Las barracas apartadas de la casa grande apenas se perciben entre las sombras de la noche, solo las risas destempladas y el bullicio de voces que se entrelazan empiezan a tomar presencia en la oscuridad nocturna, la excitación que precede a los acontecimientos por venir y la promesa de una noche de desenfreno, los mantiene extrañamente expectantes.
Se antepone la voz de mando en el negro más presuntuoso, con el torso desnudo; la brillantez de su piel, semeja un caballo sudoroso en las largas faenas del domo, brillantez que hace que sus músculos fuertes y poderosos reluzcan como un metal precioso. Sus carcajadas, amplias, y desfachatadas muestran una hilera de dientes blancos y fuertes, e inesperadamente como poseído por un extraño éter, empieza a realizar extraños movimientos pélvicos, haciendo que las negras dibujen en sus labios carnosos, una mueca de complacencia y falso sonrojo, picaras se sonríen complacientes y otras simulan no darse cuenta.
Luego...el círculo empieza a formarse, los tambores entre las piernas de los negros, toman una forma fálica, circula la botella de aguardiente entre hombres y mujeres, las muecas dibujadas en sus rostros muestran el efecto que les causa el fuerte licor al pasar por sus gargantas.
Comienzan los primeros toques: los pies descalzos, el cuerpo dispuesto, las negras en sus ritmos, lentos y acompasados; empieza la jornada…resuenan más poderosos los tambores, los que los tocan parecen estar poseídos por un espíritu impetuoso, y desenfrenado, los dedos sobre la tensa piel del tambor; parecen multiplicarse, sus cuerpos se contorsionan…las mujeres como si el cuerpo no les fuera suficiente exageran los movimientos, la cabeza, los senos, las caderas, los pies para explayarse, se sujetan las faldas como dejando escapar por entre sus piernas una fuerza que necesitan liberar.
Los hombres se mueven en contorsiones de caderas, de adelante hacia taras, como si tuvieran copulando con una bestia indomable, las mujeres transformadas, provocan, fingiendo acercar sus cuerpos a los de los hombres, en un juego delirante, y estos por el desenfreno al intentan pagar sus cuerpos sudorosos a los de ellas, inesperadamente con un golpe de caderas las negras los empujan, sacándolos del baile y dándole entrada a otro.
La danza desenfrenada, excitante, poseídos por una fuerza desconocida y poderosa, que sucumbe a todos sus sentidos…hasta los que miran sin participar, parecen estar abstraídos, y en los ojos un brillo delirante y lejano.
Repica, repican, repican los tambores, semeja una danza de vida y muerte, el sudor los baña hasta empapar sus cuerpos, la fogata da destellos dorados a sus miembros, ya ajenos a su control, como si su alma por un extraño sortilegio hubiese huido espantada fuera de este mundo.
Los miembros se tensan, los ojos semicerrados, y las sacudidas del cuerpo, crean un éxtasis obsesivo, empiezan los gritos aupando a que siga el desenfreno.
Me alejo…me alejo...me alejo…
Voy alguna parte…
Una garra poderosa me asila por la cintura, los ojos rojos y la sonrisa lasciva, me recuerda al negro de la barraca, su cuerpo pegajoso y oloroso a sudor, humo, a monte recien cortado, lo perciben todos mis sentidos, vibro desde una parte de mi que desconozco y me pierdo, su presencia, me impregna de abismos, mi cuerpo se crispa y estalla mi cabeza, una laxitud inexplicable se apodera de mi piel, esa mano desconocida parece al querer asirme; desgarrar mi cintura.
No hay resistencia..me alejo…me dejo llevar…
Me internan en la noche, en un firmamento con luna, la selva inhóspita, y silenciosa, escenario encubridor de palabras intangibles, de susurros y gritos que se pierden en la noche, la blanda tierra sostiene mi cuerpo una fuerza portentosa me toma por las caderas…y ya no recuerdo…